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María I de Inglaterra

María I de Inglaterra
“Cuando esté muerta y me hagan la autopsia, encontrarán a “Calais” dentro en mi corazón”. – María I de Inglaterra

María Tudor, la hija del rey Enrique VIII, fue María I de Inglaterra e Irlanda en los mil quinientos. Era conocida por ejecutar violentamente a los protestantes, por lo cual la apodaron «Bloody Mary», o María la Sanguinaria, luego de su muerte.

María nació el 18 de febrero de 1516 en el palacio de Placentia, en Greenwich, Inglaterra, al este de Londres, en la orilla del río Támesis. Fue la única hija que sobrevivió la niñez del Rey Enrique VIII y la reina Catalina de Aragón. De chica, a María la describían como precoz; parecía más grande.  A los cuatro años y medio, tocó una especie de clavicémbalo para una delegación francesa.

Fue educada en gran medida por su madre, que le encargó al humanista español Juan Luis Vives que escribiera un libro sobre la educación de las mujeres. Cuando María tenía nueve años, ya podía leer y escribir en latín. Además, estudiaba música, danza, español, francés y, seguramente, griego.

En términos de belleza, María se parecía a sus padres. Tenía la tez blanca, ojos azules y una melena rubia y pelirroja. A pesar de que su padre era muy cariñoso para con ella, vivía con la decepción de no haber tenido un hijo. Además, hubo que encontrarle a María un buen marido. En 1522, cuando tenía seis, arreglaron para que se casara con su primo de veintidós años, el emperador romano Carlos V, pero el matrimonio nunca se llevó a cabo.

De adolescente, estaba enferma la mayoría del tiempo, tenía una menstruación irregular y estaba deprimida. Ni siquiera se le permitía ver a su madre, que vivía a distancia, porque el rey Enrique quería divorciarla por no haber tenido un heredero varón. Cuando Catalina se enfermo, María no pudo visitarla; y cuando murió, en enero de 1536, a los cincuenta, María estaba inconsolable. La lloró, recluida, en Hertfordshire.

En 1533, Enrique VIII se casó con Ana Bolena, que ya estaba embarazada. El arzobispo de Canterbury oficialmente determinó que su anterior matrimonio era nulo y que, por ende, el casamiento con Ana era válido. Ana tuvo una hija llamada Isabel. María estaba a cargo de cuidarla. Como el matrimonio del rey con Catalina se declaró nulo, María dejó de ser princesa y le dieron el título de «Lady Mary» o «Señora María». No solo perdió su título, sino que ahora Isabel pasó a ser la heredera al trono, en lugar de María.

A María la mandaron a vivir a la casa de familia de Isabel en Hatfield, Hertfordshire. El casamiento de su padre y, por ende, el despojo de su herencia, junto con el nombramiento de Isabel como princesa, la enojó. Por eso, no reconocía las diferencias entre ella y su mediahermana, lo cual enojaba al rey. María continuó enferma y deprimida, y la relación con su padre empeoró. Hasta no se hablaron por tres años.

Para 1536, la reina Ana ya no era de agrado del rey. Se le atribuyeron a Ana cargos de adulterio, incesto y traición. Por eso, fue decapitada, el 19 de mayo de 1536, en la Torre de Londres. Por esta razón, también la sacaron a Isabel de la línea de sucesión. El Rey la presionó a María a firmar un documento que lo reconocía como la cabeza de la Iglesia de Inglaterra y que, además, ella reconocía su ilegitimidad, basada en que el matrimonio de sus padres no era legal.

El hijo de Enrique y Juana Seymour se convertiría en Eduardo VI, luego de la muerte de su padre, y, en 1543, las puso a María y a Isabel en la línea de sucesión.

Sin embargo, Eduardo era protestante como su padre, pero María era católica devota. Esto fue motivo de pelea entre ellos, varias veces. Al morir, a los quince años, en 1553, Eduardo, a través de su testamento, sacó a sus hermanas de la línea de sucesión y nombró a su prima, Lady Juana Grey, como reina. A pesar de esto, y con ayuda de sus simpatizantes, María se convirtió en la Reina de Inglaterra e Irlanda, en julio de ese mismo año, no sin antes deshacerse de Juana, a quien acusó de traición y mandó a ejecutar el 12 de febrero de 1554.

Luego de esto, la nueva reina hizo que su prioridad fuera casarse y tener hijos, para asegurarse de que su mediahermana Isabel no ascendiera al trono. Así, el 25 de julio de 1554, se casó con Felipe II de España en la Catedral de Winchester, solo dos días después de haberlo visto por primera vez.

María tenía visiones extremas sobre la religión y sobre su reinado. En nombre de las leyes de herejía, se deshizo de ochocientos protestantes, por ejecución y por hoguera. Estos actos no cayeron muy bien entre los ciudadanos, ni siquiera entre sus seguidores. Su reinado no es recordado como uno próspero: hubo varias lluvias e inundaciones, lo que causó hambruna y, a pesar de que su esposo Felipe era español, poderoso y adinerado, en términos de comercialización, Inglaterra no se vio beneficiada.

Hubo veces que María pensó que estaba embarazada, pero nunca tuvo un heredero, seguramente por la enfermedad que había sufrido de chica. Tampoco ayudó que su esposo estuviera en España la mayoría del tiempo y que viniera ocasionalmente a Inglaterra a visitarla. En mayo de 1558, luego de una de las visitas de Felipe, María pensó que se había quedado embarazada, pero no fue el caso. Se enfermó y tuvo dolores abdominales, posiblemente, debidos a cáncer de útero o a quistes en los ovarios. Murió a los cuarenta y dos años, el 17 de noviembre de 1558. Por no haber tenido hijos, el trono le pasó a Isabel y los esfuerzos de María de mantener una Inglaterra católica, cayeron. El legado de María fue haber sido la primera mujer en reclamar y tomar el trono de Inglaterra, a pesar de la oposición. Bajo su mandato, comenzó la expansión inglesa de la fuerza naval y la expansión colonial; a pesar de que su mediahermana se haya beneficiado más de sus frutos. Igualmente, se recuerda al reinado de María como poco popular, ineficiente y violento; por eso, es muy poco probable que se le deje de llamar «María la Sanguinaria».

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