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Hernán Cortés

Hernán Cortés
“Me encanta viajar, pero odio llegar.” – Hernán Cortés

Hernán Cortés, el explorador famoso, o, más bien, infame, nació en Medellín, España, en 1485. Hijo de clase alta, pero no de una familia muy adinerada, comenzó su vida siendo muy flaco y enfermo. A los catorce, sus padres lo mandaron a la Universidad de Salamanca para estudiar leyes. En vez de aprovechar la oportunidad, no se esforzó y, eventualmente, volvió a su casa. Por un tiempo, actuó como un típico adolescente: holgazaneaba por casa y hacía lo mínimo indispensable.

Pero, pronto, descubrió un nuevo interés. El descubrimiento del «Nuevo Mundo» estaba en boca de todos y, así, Cortés supo lo que quería hacer. Excitado por la nueva aventura, se inscribió para formar parte de una expedición y, a los diecinueve, zarpó en un viaje increíble. Trabajaba con la milicia y evitaba el levantamiento de los nativos. También tenía una afinidad para con las mujeres y se dice que desafiaba a demás hombres a un duelo para ver quién se quedaba con la mujer. Nadie sabe realmente cómo le fue en esos duelos, pero seguramente fue buena práctica para lo que siguió después. Durante los próximos años, Cortés formó parte de las conquistas de Cuba y La Española con Diego Velázquez. Como resultado, ganó tierra y esclavos nativos, y, así, se convirtió en uno de los hombres más importantes de Cuba.

En 1518, lo convenció a Velázquez, que era el gobernador, de que le permitiera liderar una expedición hacia México. Esta aventura era el sueño de Cortés. El «Nuevo Mundo» había sido descubierto recientemente por europeos y corrían rumores sobra la inmensa riqueza que había en el nuevo continente. Velázquez decidió cancelar la expedición porque no confiaba en Cortés, pero esto no lo frenó. En vez de obedecer sus órdenes, Cortés se adueñó de once barcos y de quinientos hombres, y zarpó.

La expedición llegó a la costa mexicana en 1519. Cortés se ganó la confianza de algunos de los nativos, a quienes convenció de pelear en contra de otros pueblos. Estaba empecinado en conquistar México y el imperio Azteca fue su primer objetivo. Atacó la capital azteca, Tenochtitlán, y secuestró al líder, Montezuma II. Sin embargo, se le cortó la aventura cuando huyó de la ciudad para evitar ser detenido por las tropas españolas, que lo venían a arrestar por haber desobedecido las órdenes de Velázquez. A pesar de ser muy valiente, le temía volver a España en estas circunstancias vergonzosas.

En su ausencia, en Tenochtitlán, había comenzado una rebelión. A pensar de haber peleado fervientemente, Cortés y su ejército fueron desplazados por los aztecas. Impávido, Cortés volvió a la ciudad en 1521 y venció a los aztecas. Como recompensa por la hazaña, el rey Carlos I de España lo nombró gobernador, un año después, de lo que entonces se llamó «Nueva España».

Incluso cuando parecía tener éxito, Cortés se enfrentó a muchos otros desafíos que amenazaron su cargo y su autoridad. En 1524, lo obligaron a ir a Honduras a pelear en un levantamiento en su contra. Esto lo quitó del poder central de México. Cuando por fin volvió, lo habían destituido de su cargo, había perdido su poder y no le quedaba nada. Volvió a España, sin dinero y con la esperanza de comentarle su caso al rey. No le sirvió de mucho, porque no lo volvieron a instaurar como gobernador.

Cortés finalmente volvió a Nueva España en 1530. En ese entonces, tuvo que defenderse de las acusaciones que decían que había tratado de envenenar al nuevo gobernador. Hizo todo lo que pudo para volver a su antiguo cargo, pero no tuvo éxito. Eventualmente, se mudó a Cuernavaca, donde construyó una casa hermosa que llamó hogar. Sin embargo, no se relajó ni dejó de trabajar. Siguió explorando la costa del Pacífico y Baja California, en busca de fama y gloria. Desafortunadamente, estas nuevas exploraciones no fueron tan exitosas como las anteriores. Abatido y en sus cincuenta, volvió a España donde siguió peleando para recuperar su poder. Casi todos los habían dejado de lado, pero, en un punto, el emperador cedió y lo dejó pelear para arrebatarle Argel al almirante otomano Barbarroja. No salió como esperaban. Es más, Cortés casi se ahoga en combate. Se rindió y volvió a España para ver qué le deparaba. Era mucho para soportar. Quería irse a su amado México y dejar todo en el pasado. Buscaba retirarse en paz. Sin embargo, no volvió a salir del viejo continente. El 2 de diciembre de 1547, Cortés murió a causa de pleuresía, que es una inflamación en los pulmones. Siempre será recordado por su espíritu aventurero y, más aún, por su comportamiento inmoral. Pero, sin Cortés, a lo mejor el mundo no existiría como lo conocemos hoy.

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